LA BARREDORA: VIENDO LA CIUDAD DESDE ADENTRO

Por el Dr. Marsupial

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Cada semana Santa suelo reflexionar sobre la cantidad de surfers que año tras año aumenta de forma exponencial. Hay algo que me intriga, y no quiero caer en la redundancia de que el surf esta de moda y todas esas hipótesis que vengo escuchando hace largo tiempo.

A continuación, voy a intentar fundamentar (espero no molestar a nadie) por qué aumentó (y seguirá amentando) el número de surfistas locales y visitantes (en su mayoría “porteños”).

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Desde adentro todo es mejor. Foto: Aníbal Giménez.

Suelo pasar mucho tiempo en la costa, como así también, por cuestiones sociales, invierto demasiadas horas deambulando por la “ciudad”. Y me sorprende que la ciudad sea tan simple; esta hecha como para que un burro ciego camine por ella, todo esta a la vista, casi no hay rincones. Las postales son siempre las mismas: la estatua de los lobos marinos de la rambla, el casino, la peatonal, el faro, las playas llenas de sombrillas y carpas. Sin embargo, en la costa hay lugares que seducen y  que, aparentemente, no se dejan ver.

Mucha gente (turistas y nativos) se cansó de perder el tiempo, y por medio del surf encontró nuevos rincones para ver un amanecer o esconderse, redescubrió postales que siempre estuvieron presentes. Que me dicen de un atardecer en La Paloma o de un asado en Las Cuevas, ver la ciudad desde Punta Cantera por la noche disfrutando unas cervezas luego de una larga sesión en La Punta o tomar unos mates en Chapa. Esas son panorámicas que enamoran a cualquier persona, y el surf es el medio más fácil, para encontrar esos momentos.

Esta es una de las causas por la cual considero que seguirá aumentando la cantidad de surfers.

Por eso, el encanto de una playa en invierno se acentúa temporada tras temporada, a través del surfing se demuestra respeto hacia el océano.

Muchos nativos no tienen encanto por el mar fuera de la temporada: las playas tan apretadas de gente y objetos foráneos en verano, quedan olvidadas a la buena de Dios. Uno se siente tan lejos de la ciudad cuando disfruta del mar en invierno, y eso que la tenemos enfrente.

Los surfistas marplatenses son seres que establecieron un vínculo con lo natural ya que no pudieron adiestrarse a una ciudad superficial donde muchos de sus habitantes esperan parásitamente las temporadas sin producir nada durante el resto del año. Muchos turistas se cansaron; ahora vienen con tablas en el techo y le dicen:

Adiós a los balnearios, al Sacoa, a los churros de Manolo y a los bares de Alem. Prefieren ir en busca de olas en algún rincón de la ruta 11. Y de esta manera, es que vemos coches de todos los colores con fundas en el techo y cada vez más familias curtiendo el mar.

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Una sociedad indisoluble. Foto: Aníbal Giménez.

Durante muchos años se lo consideró al mar como una barrera y se le dio la espalda, la ciudad siempre fue vista de adentro hacia afuera, hacia la costa. Pero hoy en día todo es diferente, cada vez mas personas con sus tablas de surf miran la ciudad desde adentro… ¡Desde adentro del agua!

Por lo dicho anteriormente, el surf le está quitando al marplatense esa no identidad que paradójicamente lo define.

Nuestra ciudad tiene el mar en el nombre, no obstante, muchos de sus habitantes llevamos el mar en el cuerpo.

Mar del Plata, CAPITAL NACIONAL DEL SURF.

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